Mariposseando con Nika

El Laberinto con patas

Resulta que había una vez un laberinto de colorinchis que no paraba de andar. Eso, eso, de andar y de correr. Se levantaba por la mañana y, lo primero que hacía, era ponerse sus zapatillas de deporte y salir a la calle. Los vecinitos de su bloque de pisos donde vivía le saludaban: “Buenos días, señor Laberinto. ¿Ya sale usted de paseo?”. Y nuestro amigo, recién duchadito y oliendo a colonia, respondía siempre lo mismo: “¡Claro que sí! Hoy tengo que hacer medio kilómetro más. Y ya llego tarde”.

Sus vecinos y conocidos estaban más que asombrados: ¡estaban estupefactos! Laberinto se pasaba fuera de casa todo el día, caminando y haciendo carreras. “¿Pero este chico no se cansa nunca? ¿Hasta dónde quiere llegar corriendo?”. Así que eso justamente es lo que pasó, que un día, el más valiente de sus amigos se lo preguntó. Y Laberinto estaba tan sudoroso de correr y tan cansado, que no podía pensar. Tenía tantos colores dentro de su cabeza y todos tan desordenados, que no supo responder a esa pregunta.

Esa noche se acostó muy preocupado y casi no durmió, pensando y pensando. Por mucho que intentaba descubrir la respuesta, no la encontraba. ¡Vaya relío tenía dentro, entre hilos entrelazados y colores mezclados! No sé, a lo mejor tenía que volver al cole para aprender algo que aún no sabía. ¡Anda mi madre! A ver si iba a resultar que se había ido del colegio antes de tiempo… Igual tenía que volver una temporada y que los profes le siguieran enseñando a pensar. ¡Uy uy uy…!

Cuando se levantó por fin a desayunar, se acordó de sus maestros favoritos y de que él les recordaba por el color que vestía siempre cada uno. Profe naranja, porque era muy divertida y salerosa. Profe amarillo, porque era muy creativo e inteligente. Y Profe Turquesa, que era una gatita muy tierna y espabilada, que les enseñaba a hacer manualidades y a bailar. ¡Ay! Si les hubiera hecho más caso y no llevara este follón dentro de su cabezota. ¡Ya está! Había decidido llamarles por teléfono y preguntarles qué hacer. A ver si le ayudaban…

¿CUÁL ES TU FINAL FAVORITO?

PROFE NARANJA. “Buenos días, amigo Laberinto. Sabía que algún día me ibas a llamar”, contestó su maestra al teléfono. “Anda, ¿y eso por qué?”, respondió. “Pues porque dejamos muchas merendolas pendientes en las que reír y comer a carcajadas. Hacer pasteles con gajos de mandarina o batidos con cáscara de plátano y cucharadas de colacao. Hay que ser más creativos en la cocina y hacer comida rica para ti mismo y para tus amigos. Así estarás fuerte y alegre y ¡no tendrás que correr tanto para estar sano! ¿Preparamos una merienda gigante en el gimnasio del colegio para todos tus ex compañeros? ¡Seguro que tenéis muchas cosas que contaros! Y ven andando despacio, que no hace falta correr para llegar al sitio que te hace feliz”. Laberinto le hizo caso y lo celebró con un zumo de naranja.

PROFE AMARILLO. “Buenas tardes, Laberinchi. Ya tenía yo ganas de saber de ti. Mira, lo mejor que puedes hacer con tanto colorete que tienes en la cabeza, es pintar sin parar. Coge una brocha y un pincel y saca todo tu lío al papel”, le explicó su antiguo maestro. “También puedes pintar sonrisas en las piedras que te vayas encontrando cuando salgas a correr. O decorar las plantas del parque con lazos de colores. Así podrás andar más lentamente y observarás el paisaje precioso que hay a tu alrededor. No se te va a pasar ni un detalle. Ah, y no te olvides de una cosa. ¡Ponle un toque siempre de color amarillo a todo lo que hagas! Eso le da mucha vidilla”. Laberinto le hizo caso y lo celebró con un helado de limón.

PROFE TURQUESA. “Buenas noches, Laberintino. A mí lo que me parece es que tienes que mover más la cinturita mientras corres y andas. ¡A lo mejor no llegas tan lejos, pero el trozo que recorras serás molto felice! Yo que tú, iría por la calle diciendo ¡Hola! en muchos idiomas Hello, Buona serata, Bonjour… y así todos los que sepas. Y si no, te los inventas. Seguro que todos los colores que tienes en la cabeza se transforman en amiguetes nuevos. Así, salir a correr y hacer deporte cada día, será mucho más divertente. Ah, y mira hacia el agua cuando esté de color turquesa. Eso siempre, siempre, relaja”. Laberinto le hizo caso y lo celebró lanzándose a su piscina de cabeza.

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